Cuenca es ciudad para reposar, no de visita apresurada. Una ciudad para ver por dentro, paseando sus calles, entrando en sus rincones monumentales; y contemplar desde fuera, desde el otro lado del Júcar; para ver bañada por el sol o iluminada por la noche. Para ver las construcciones del hombre y las de la naturaleza. Para descubrir escondidos secretos de callejones, fachadas y callejuelas, o para que invada la imponencia de su catedral, o sumergirse de lleno en la envoltura de monumentos de la Plaza Mayor; para la historia del arte o el arte abstracto contemporáneo.
La ciudad que se asoma al Júcar colgada desde la pared que la sustenta, es, merecidamente, Patrimonio de la Humanidad e invita desde su percha a transitarla con calma, degustarla y llevársela prendida. Cuenca es la ciudad que no se resume, nos resume ella y nos hace vulnerables ante su esplendor y su belleza.
Si eres amante de la naturaleza no puedes perderte el Parque Natural de la Serranía de Cuenca y el Parque Cinético de El Hosquillo. En el primero es imprescindible visitar la Ciudad Encantada, declarada Sitio Natural de Interés Nacional y el Nacimiento del Río Cuervo, Monumento Natural. En el Parque Cinegético de El Osquillo se crían especies para la caza sostenible, y que nos permite ver en su entorno osos, lobos, cabras montesas, ciervos, gamos, corzos y jabalíes.